22 de fevereiro de 2010

X CONVERSACIÓN CLÍNICA DEL ICF -Tres preguntas a Manuel Fernández Blanco




X CONVERSACIÓN CLÍNICA DEL ICF


Barcelona, 6 y 7 de Marzo de 2010



El amor en las neurosis


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tres preguntas a Manuel Fernández Blanco







1) ¿Cómo pensar el amor en su vertiente más simbólica, embarcado en la aventura de la invención, en una época donde el gusto por lo inmediato engancha al sujeto en una prisa donde el goce es perpetuado en el intento de apartar la angustia al precio del desencuentro con el Otro del amor?



Sí, de algún modo son malos tiempos para el amor. El amor, como dice Lacan, es dar lo que no se tiene a alguien que no lo es. La metáfora del amor exige poner en juego la falta, algo a lo que el sujeto de la hipermodernidad se resiste, por eso el privilegio del goce supone el declive del amor porque "solo por el amor, algo del goce condesciende al deseo". Esta depreciación del amor alcanza el discurso común bajo la forma de un imperativo: "sobre todo no enamorarse". El imperativo de igualdad empuja, a las mujeres actuales, a lo unisex: todos iguales, bajo la lógica masculina. Así, bajo la fórmula: "si ellos lo hacen, ¿por qué nosotras no?", entra la degradación de la vida amorosa en el campo de la feminidad. La mujer autónoma se ve abocada a nuevas modalidades del estrago porque esta posición es muy forzada para la mujer, siempre más próxima a la falta que llama a la metáfora del amor y siempre más dependiente del signo de amor. La mujer autónoma, sometida al imperativo de no enamorarse, busca compensar con la maternidad, cada vez más bajo el modo de la adopción en solitario, las dificultades con el amor. El aumento de las dificultades para hacer pareja conduce a la promoción de la madre, lo que lleva a situar al niño como el objeto privilegiado de amor. Resulta paradójico: la independencia de la mujer ha conducido a reforzar su posición de madre que, curiosamente, era uno de los destinos fundamentales que tradicionalmente se le adjudicaban a la feminidad.




2) La pretensión actual de negar la disimetría en el amor parecería negar la dimensión misma de la castración ¿qué efectos tendría esto para el sujeto neurótico en su relación amorosa? ¿Qué efectos tendría también para el sujeto neurótico en la transferencia?



Negar la disimetría supone negar la diferencia fundamental, la diferencia sexual. El sujeto actual aspira a no estar determinado por nada, excepto por su singularidad de goce, esto supone el rechazo a toda forma de clasificación y a las identificaciones sexuales. Es otra manera de negar la castración, así como la deuda simbólica y su implicación en el síntoma. El sujeto antideterminista niega también el determinismo del inconsciente y hace economía del sentido. No le supone una verdad al síntoma, lo que implica un obstáculo para la constitución del sujeto supuesto al saber y para la apuesta por el trabajo de desciframiento. El sujeto del no pienso, del inconsciente actuado, se resiste al amor de transferencia. Por eso cada vez lo tenemos más de cara.




3) ¿Qué mal-trato se le da al amor en una relación que se resuelve o se sostiene ejerciendo y soportando la violencia?



En el amor maltratado lo que está en juego es la destrucción de toda posición de sujeto en privilegio de su posición de objeto. Esto es lo que en ocasiones ha llevado, también en el campo del psicoanálisis, a subrayar la vecindad del masoquismo y de la posición femenina. Cuestión que encontramos en el mismo Freud quien, en su artículo de 1924 sobre El problema económico del masoquismo, se refiere al masoquismo como una manifestación de la feminidad. Pero, cosa que normalmente no se dice, como una manifestación de la feminidad en el hombre. El propio Freud aclara en este artículo que tiene que limitarse a estudiar la perversión masoquista en el hombre "por razones dependientes del material de observación". Todo hace suponer que, si nos referimos al masoquismo como práctica perversa, no encontramos "material de observación" en las mujeres. Jacques Lacan califica directamente al masoquismo femenino como un fantasma masculino, con toda la equivocidad del término, se nos ocurre decir, si atendemos a la tesis de Freud.


El amor maltratado se fundamenta en una demanda de amor permanentemente decepcionada que llama a la repetición. No se trata de masoquismo que, como Freud destacó y Lacan subrayó, es un fantasma sexual masculino, evidencia, más bien, la proximidad entre goce y amor en la mujer, en consonancia con la especificidad del proceso de constitución del Superyó femenino.


Hombres y mujeres padecen de diferentes tipos de dependencia. La dependencia de la mujer está más relacionada con la espera de un signo de amor de su pareja, lo que en ocasiones la aboca a situaciones de maltrato. El signo de amor hace de límite al sin límite de las concesiones que una mujer puede hacer por un hombre, como dice Lacan en Televisión, de ahí el drama cuando a la demanda de amor lo que responde es la violencia del hombre que exige la confesión del goce. Para algunos sujetos, del lado masculino, la única respuesta a la demanda de amor es la violencia como medio de recuperar el deseo sexual. "Lo sexual solo puede reintroducirse aquí de modo violento", dice Lacan en el Seminario VIII. Estos hombres interrogan violentamente al objeto para que le diga lo que lleva en el vientre. Pero esta confesión nunca es suficiente, por eso puede confinar con la eliminación del partenaire y el suicidio del hombre que, eliminado el objeto, ya no puede sostenerse un minuto más en la existencia porque "funda este fantasma sobre la base de su propia eliminación". Sobre la eliminación de su ser excremental.


Vemos como la violencia puede convertirse en desgraciada metáfora del amor. Algo ya adelantado por Freud, en El malestar en la cultura, cuando decía que "El sadismo forma parte de la vida sexual, y bien puede suceder que el juego de la crueldad sustituya al del amor".

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