15 de julho de 2007




PRIMERAS JORNADAS CLÍNICAS DE LA NEL-LIMA






Reseña

El pasado 23 de junio la NEL Lima contó con la visita de Bernardino Horne para llevar adelante las Primeras Jornadas Clínicas de nuestra sede, las que giraron en torno a la presentación de cuatro casos clínicos que estuvieron a cargo de Reanto Andrade, Alfonso Gushiken, Angela Fischer y Marisa Shiroma. Fue una intensa y fructífera jornada de trabajo en la cual Bernardino Horne hizo gala de su sencillez lógica, de su desenvoltura en la clínica, sorprendió con sus referencias a Lacan, Miller, Recalcati, Esqué, Vigano y otros. Especialmente, no dejó de remitirse a la obra freudiana de una manera que resultó refrescante.
El comentario de un primer caso mostró de qué modo la pérdida de la madre a muy temprana edad –cuatro años- puede producir en un sujeto determinado un cierto desenganche del Otro para no sufrir. La imposibilidad de rememorar la pérdida hace que la muerte de la madre esté presente todo el tiempo. Una suplencia ha venido al lugar del duelo no elaborado, la misma que se apoya en el modelo de la hermandad como lazo: la familia, un primo, la esposa. El análisis del sujeto cumple una función catártica nada desdeñable, cuestión que rescata la última enseñanza de Lacan cuando señala que es algo de la posición de goce del sujeto lo que consigue aliviarlo.
El tiempo del duelo es el tiempo de la melancolía. La posición del analista en este caso es la de acompañar, estar al lado; las lágrimas alivian. Cuando la angustia, en lugar de constituyente ha quedado constituida por haber rehusado el paso que hacía falta, el sujeto no consigue vivir como si fuera eterno, la muerte se le viene encima todo el tiempo, "tiene el mecanismo de defensa perforado", añade B. Horne. En la psicosis ordinaria el fenómeno del cuerpo es metonímico, la debilidad no hace metáfora, de modo que el recurso analítico es trabajar con lo que hace suplencia.
El segundo caso pone de relieve la importancia de detectar en el análisis el Nombre de goce del sujeto, el mismo que no siempre es agradable. El Nombre, de entrada, viene del Superyó y da lugar a la inercia, a la viscosidad de la libido; es pulsión de muerte. Cuando se libera, desaparece la presión mortífera y los efectos terapéuticos son sorprendentes.
Esto implica radicalizar la posición del analista. Al fin y al cabo, desde otro ángulo, la extensión es extender la intensión.
Esta paciente se corta para existir, para no matarse. Por no haber tenido un lugar de amor en el padre y en la madre, ella no consigue hacerse un lugar en el mundo. Los cortes en el cuerpo hacen las veces de una apoyatura en lo real para afirmarse como ser viviente. Ocurren cuando el sujeto se siente inexistente; entonces, la visión de la sangre devuelve la sensación de estar con vida. Es un intento patológico de evitar el hundimiento, fruto de la incidencia del Superyó.
Un tercer caso, el de una jovencita que se queja de obesidad, muestra de qué modo la búsqueda de lo bello está causada en el horror de la castración.
Grosso modo, la sexualidad atraviesa dos etapas: la infancia y la adolescencia. Durante la adolescencia se trata del hallazgo de un nuevo objeto, como señala Freud en "Tres ensayos…". Es decir que se trata de un pasaje por la construcción del fantasma, esto es, colocar en el fantasma un objeto de manera tal que permita hacer un uso sexual de ese fantasma y conseguir entonces un pasaje desde lo imaginario hacia el acto sexual. Ello no es posible si el sujeto permanece en la pelea edípica.
El rechazo del cuerpo implica un retorno en lo real de un elemento del estadio del espejo. Un pequeño rechazo en la madre retorna en lo real del cuerpo como deformidad, una suerte de pequeña alucinación que produce asco hacia el propio cuerpo y funciona como certeza. Se trata aquí de cómo subjetivar la pulsión de manera más amorosa para recibir mejor su ser mujer. "Una mujer que se siente bien consigo misma consigue un hombre con facilidad", sostiene B. Horne.
El final del análisis es la posición femenina para ambos sexos. Pero, en principio, del goce femenino el hombre y la histérica "se alejan a las patadas" para realizarse como sujetos. Entonces, de ese significante penetrando en el cuerpo hace falta curarse para poder pasar al otro lado de la sexuación.
El analista, frente a un sujeto amalgamado al goce, atrapado por el pseudo discurso capitalista, (el que existe por fuera del discurso analítico en este caso), debe hacer una maniobra por fuera del análisis, ya que no hay analizante, para introducir el enigma, para que la pregunta se dirija al verdadero lugar del semblante. Tomar por ejemplo un Nombre de goce y proponerlo como trabajo, o producir un S1: "me preocupa…".
Por último, un caso de esquizofrenia permitió a B. Horne abordar la relación entre la palabra y la Cosa. Cuando palabra y Cosa no se juntan hay represión, las palabras tienen una falsa articulación con la Cosa. También, el uso de otra lengua sirve para restar algo de la carga de la Cosa. En la esquizofrenia, la palabra se trata como Cosa, lo simbólico es real. En la paranoia, más que una holofrase que suprime el intervalo entre S1 y S2, ambos son uno. Uno entre el yo y el Otro: el goce que viene al yo viene desde el Otro.
Es importante considerar la necesidad de medicación en la esquizofrenia porque con cada ruptura hay una pérdida que no se recupera.
Estas Jornadas han dejado huella entre los que asistimos. Sin duda, seremos nosotros, ahora, quienes haremos referencia a ellas durante mucho tiempo.




Marita Hamann

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